ANIBAL CORREA BLANCO y el Grupo CONGRESO - 50 años - 1969-2019

 

1980
“Viaje por la cresta del mundo”

La primera transformación de Congreso llegó más por necesidad que por determinación. El cantante Francisco Sazo había partido a Bélgica para realizar un doctorado de Filosofía, por lo que el grupo quedó sin el letrista principal y la voz de sus tres primeros álbumes. Fue sustituido gracias a la fortuita aparición de un joven de 19 años, hijo de un diplomático brasileño, llamado Joe Vasconcellos. Fue un resurgimiento.

Ese resurgimiento llegaría con la voz, el carisma y las canciones de Vasconcellos, como su “Hijo del sol luminoso”, pero también con la renovación de los músicos: el pianista Aníbal Correa, el percusionista clásico Ricardo Vivanco y, sobre todo, el bajista eléctrico Ernesto Holman. Tres nombres más para un golpe de timón. La marca está representada por el disco “Viaje por la cresta del mundo” (1981), donde todos los músicos aparecen vestidos de blanco sobre un volantín en la fotografía de contraportada, mientras en la cubierta un carretonero chileno surca el espacio con todo tipo de trastos y tesoros como carga.

“Fue mi primera grabación con Congreso. Yo los conocía y los había visto tocar, pero no era seguidor de su música. Por entonces yo escuchaba rock progresivo, todo lo que estaba entre Emerson, Lake and Palmer por un lado y Frank Zappa por el otro. Con Tilo González estábamos muy interesados en esa modernidad”, recuerda Holman, uno de los artífices de la música de fusión en nuestro país.

Su intervención en “Viaje por la cresta del mundo” ha pasado a ser una diadema en la música de Congreso, parte de un repertorio que estalla en largos pasajes instrumentales, como “Hijo del diluvio”, primera experiencia frente a la música de mapuche, o “El descarril”. “Fue una búsqueda nueva, con música que no se basaba estrictamente en canciones, sino en composiciones. Ahí estaba el concepto de lo progresivo y la fusión. Entonces la música comenzó a tener más presencia que la letra”, dice Ernesto Holman. Es el disco que inicia la trilogía vanguardista, a la que le siguen los álbumes “Ha llegado carta” (1982) y “Pájaros de arcilla” (1984), que saludará la llegada del joven saxofonista Jaime Atenas.

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